Viendo al chamán
- Laura LaBrie
- 4 jun
- 2 Min. de lectura

Al llegar, Don Francisco nos llevó al jardín detrás de su casa tradicional maya. Es sanador, ¿sabe?, y su conexión con Tierra Santa es profunda. Comprende los ciclos de crecimiento y cosecha. Sabe identificar una planta en todas sus etapas, desde la plántula hasta la cosecha, desde la estación seca hasta la húmeda. Posee una vasta biblioteca de información que le permite combinar y utilizar más de 500 tipos de plantas que crecen en las selvas salvajes de Yucatán. Y siente y se comunica con las energías de la naturaleza, los guardianes de plantas y animales, los elementos y los dioses antiguos, tanto antiguos como nuevos.
En su jardín, que parece más bien un trocito de selva rodeado de un antiguo arrecife de piedra caliza, cultiva un arbusto para ahuyentar las malas vibras (mala vibras), una enredadera para curar mordeduras de serpiente, pequeñas flores para proteger a los bebés, limas y naranjas amargas, y una amplia variedad de plantas medicinales y de belleza. Nos guía entre las plantas y por el terreno rocoso, y no se olvida de presentarnos a sus pollitos y pavos jóvenes. Incluso tiene un cerdo en lo que parece una pequeña casa maya, y peces de cenote de una cueva cercana.
Ir a ver a este curandero, este herbatero o chamán, como algunos lo llaman, no es solo un momento de purificación y sanación. Es un momento para conectar con su familia, su hogar y su mundo. Mucho antes de sentarte en un pequeño taburete en la habitación donde arde incienso y una mesa de madera tostada funciona como altar, conectas con su cocina. Hueles el humo del fuego que arde bajo el comal donde se hacen las tortillas. Les preguntas a todos los nietos sus nombres y te hacen dibujos. Ves la cosecha de maíz secándose en una habitación oscura y te maravillas de cómo alimentará a la familia durante un año. Y escuchas mientras Don Francisco te explica con alegría cada detalle, respondiendo a todas tus preguntas con cariño y abriendo una ventana a una forma de vida llena de satisfacción.


Y así, cuando finalmente te sientas en ese pequeño taburete, con nubes de humo con aroma a limón flotando a tu alrededor desde el incienso colocado debajo de la silla, cuando finalmente sientes el golpeteo de la ruda rociada con agua sagrada de la cueva en tu cabeza y hombros, cuando finalmente escuchas el canto de la oración en maya de Yucatán, inhalas la energía de la conexión de todas las experiencias, y tu corazón está cálido y abierto.
Todo es tan humilde, tan sencillo, tan sutil, tan simple. Y todo es tan poderoso. Es difícil encontrar palabras para describir el poder de la humildad. Tan inesperada, tan estabilizadora, tan esperanzadora, tan transformadora. Sabes que nunca podrás usar palabras para expresar lo que sucedió en esos momentos, pero sabes que algo en tu interior cambió.
Muy agradecido,
Laura
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